Cada cual tendrá su gruta, la que ha ido cavando en el fondo de su corazón, y necesita reformar, limpiar e iluminar todos los años.
Cada cual, su lámpara para calentarnos en Dios... y su aceite para ir curando, suavizando y derritiendo ternura entre los muchos que lloran en la Navidad.
La noche de Navidad debiera ser más para compartir con los pobres y con la familia que para ostentar con los ricos; más para prodigarnos con nuestros semejantes que para meternos en el vértigo de las calles y las fiestas; más para que Dios nos acompañe que para entrar en ese mundo ajeno y extraño donde se aumenta la nostalgia, se entristecen los recuerdos y muchas veces nos sentimos tan solos.
¿Donde y cuándo vas a dar a Cristo el apretón de manos y la entrega del corazón en esta Navidad? No olvidemos que es día de
- Llenarnos de Dios.
- De sacar cuentas.
- De estrecharnos las manos.
- De abrir las alforjas.
- De mirarnos tal cual somos.
- De recordar a los que faltan.
- Y pedir perdón,
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