sábado, marzo 28, 2009

El Ajedrez y los dioses


Rodolfo Walsh
(1927-1977)


También los dioses juegan al ajedrez, pero no en un plano, como nosotros, sino en las tres dimensiones del espacio. Comprendo que es una forma torpe de decir: los dioses no necesitan espacio, tableros ni piezas para su juego infinitamente sabio.

No obstante, si de algún modo quisiéramos representar el mecanismo de ese juego eterno, podríamos hacerlo así: el tablero está formado por un cubo, dividido en 512 casillas cúbicas. Las piezas se mueven obedeciendo a las mismas leyes que entre nosotros, pero no sólo en superficie, sino también en profundidad.

Si los dioses, por alguno de esos caprichos que los han señalado a la atención de los hombres, quisieran mostrarnos un momento del juego, veríamos quizás alados caballos subir o descender las dos casillas correspondientes, y ubicarse luego a la derecha o izquierda, delante o atrás. O acaso un alfil cruzaría entre nosotros como un relámpago negro. Y temblaríamos ante la majestad de pensativos reyes con los ojos clavados en lejanos fulgores de batallas. Y veríamos terribles la potencia y la saña de las reinas destructoras de hombres.

El número de combinaciones posibles es infinito. También lo es el de errores. A veces los dioses cometen errores brillantes, que sólo ellos puden subsanar. Esas equivocaciones pueden tener consecuencias catastróficas para un mísero peón, para una pieza menor, pero no influyen en la economía general del juego, condenado a perdurabilidad. Los dioses son invencibles.

No lo son los trozos de alma que ciegamente manejan: y los he visto sucumbir en sublimes y estériles sacrificios o perfeccionar su aburrimiento en un rincón olvidado del tablero. se ha dicho que los dioses perpetúan en el juego las leyes de la belleza y la simetría. No lo creo. La costumbre, el tedio, la indiferencia, la infinita vanagloria de la infinita sabiduría intervienen por igual en cada jugada.

Se ha dicho pobremente que las fuerzas de un bando simbolizan el bien; las otras el mal. Cualquiera puede comprobar la estúpida mentira de esa creencia. Los dioses no tienen idea del bien y del mal. De lo contrario no podrían existir. En el preciso instante en que la sola idea del bien o del mal entrara furtivamente en la voluntad que mueve las piezas sobre el tablero, éste saltaría en pedazos como una gigantesca copa de cristal.

Leer más...

viernes, marzo 20, 2009

Una visión actual de los estudiantes



Leer más...

miércoles, marzo 18, 2009

Te regalo una palabra



-Quería regalarte una palabra. La mejor de todas.

-¿Ah, sí? ¿Cuál es?

-Compasión. Que, como sabes, es la capacidad de meterse en el pellejo del prójimo y de sentir con el otro lo que él siente.

-Sí, me gusta. Pero ¿por qué dices que es la mejor?

-Porque es la única de las grandes palabras por la que no se hiere, no se tortura, no se apresa y no se mata. Antes, al contrario, evita todo esto. Hay otras palabras muy bellas: amor, libertad, honor, justicia... pero todas ellas, absolutamente todas pueden ser manipuladas, pueden ser utilizadas como arma arrojadiza y causar víctimas.

- Por amor a su Dios encienden los cruzados las piras y por aberrante amor matan los amantes celosos a sus amadas. Los nobles maltratan y abusan bárbaramente de sus siervos en nombre de su supuesto honor; la libertad de unos puede suponer prisión y muerte para otros y, en cuanto a la justicia, todos creen tenerla de su parte, incluso los tiranos más atroces.

- Sólo la compasión impide estos excesos; es una idea que no puede imponerse a sangre y fuego sobre los otros, porque te obliga a hacer justamente lo contrario, te obliga a acercarte a los demás. a sentirlos y entenderlos. La compasión es el núcleo de lo mejor que somos.

Rosa Montero
Escritora española (n. 1951)
Fragmento de "Historia del Rey Transparente"

Leer más...

domingo, marzo 15, 2009

Un encuentro especial

El video que les muestro a continuación es del encuentro, un tanto particular, de un hombre de 102 años con un niño recién nacido y los consejos sencillos que le da. Mas allá de lo bello y simple del mensaje, el video es una campaña de Coca Cola y lo titula 90 segundos, que es el tiempo que lleva este video. Y para uno que habla hasta por los codos, muestra que las cosas simples no requieren gran cantidad de palabras. Que lo disfruten

video

Leer más...

martes, marzo 10, 2009

La salud como derecho y negocio a la vez


La reforma de Obama pretende considerar la sanidad como un patrimonio ciudadano y no un bien de mercado - Una revolución en un país con un sistema médico privado, carísimo e ineficaz

Mientras Europa debate si es necesario avanzar hacia un sistema privado de gestión de la salud, en el país que se ha erigido como modelo de atención médica privada el sistema zozobra y se enfrenta a una transformación histórica. La sanidad en Estados Unidos es la más cara del mundo. El gasto médico supera con creces los dos billones de dólares y, aun así, 45 millones de personas carecen de cobertura sanitaria alguna. En este país la cobertura sanitaria no es un derecho. De momento, y hasta que llegue la reforma sanitaria que ha prometido el presidente Barack Obama, es un bien de mercado. Y hay quienes pagan por ella con su vida.


A Deamonte Driver, por ejemplo, una caries le llevó a la muerte. Falleció en Maryland en 2007, a los 12 años, por un dolor de muelas. Su madre no tenía seguro. El niño estaba adscrito a un seguro público conocido como Medicaid. Pero muy pocos médicos de EE UU aceptan esa cobertura, por la que reciben muy poca compensación. En este país un médico se puede permitir rechazar a un paciente, en función del seguro médico que tenga. De este modo, Deamonte se encontró con rechazo tras rechazo.


"Contactamos a muchísimos dentistas, sin éxito", explica Laurie Norris, abogada del Centro de Justicia Pública de Baltimore, que ayudó a la familia de Deamonte. "Al final tuve que exigir ayuda al Departamento de Salud e Higiene Dental de Maryland. El sistema no tiene por qué ser tan complicado".


Por no disponer de 80 dólares para sacarle una muela, Alyce, la madre de Deamonte, decidió esperar. Finalmente, cuando el dolor del niño pasó a ser insoportable, le llevó al centro de urgencias del Hospital Sur de Maryland, donde le dieron antiinflamatorios y le devolvieron a casa. Por entonces, el seguro de Deamonte había caducado. En una nueva visita a urgencias, los médicos descubrieron que las bacterias del diente podrido habían pasado al cerebro. Dos operaciones cerebrales y ocho semanas de cuidados intensivos no sirvieron para nada. Deamonte murió en febrero de 2007. Sus facturas médicas ascendían a 250.000 dólares. Ése es el precio de una vida sin un seguro médico digno.


Los hay que tienen más suerte y disponen de una póliza que puede proveer la empresa para la que se trabaja. También está la opción de pagar un seguro a título individual. Un importe razonable, para una persona de unos 40 años, ronda los 300 dólares mensuales. Cuando la cobertura se debe ampliar a niños o ancianos dependientes, el precio puede superar, ampliamente, los 1.500 dólares.


Con estos precios, hay personas que, aunque podrían hacer el esfuerzo de ahorrar unos dólares para tener cobertura, deciden, simplemente, jugársela. En EE UU hay más de 45 millones de ellos, personas que tienen que encontrar remedios alternativos y para los que prevenir es, forzosamente, curar.


"Yo voy al médico para lo imprescindible", explica Nicole Polec, fotógrafa de 28 años, residente en el barrio de Brooklyn, en Nueva York. El caso de Polec es una muestra de lo duro que es conseguir un seguro médico asequible en una gran capital. El diario The New York Times le dedicó a ella y a su generación un reportaje en el que explicaba el nacimiento de la cobertura sanitaria "al estilo del hágalo usted mismo". Estos jóvenes consiguen medicinas de donde pueden. Acuden a centros médicos de caridad. Confían en remedios naturales como las infusiones o la acupuntura. Y procuran poner el pie en una consulta médica sólo para lo imprescindible.


"Yo trabajo para una mujer que no me paga seguro médico", explica Polec, que nació en Detroit y se mudó a Nueva York hace dos años. "Cuando mi jefa va al médico, me lleva con ella. El doctor es amigo suyo y me da tratamiento como un favor. Nos las ingeniamos para ir tirando, sin tener que pagar esas sumas tan elevadas cada mes". ¿Y si sufre una emergencia? ¿Qué sucedería si se le diagnostica una enfermedad grave? ¿Y si se ve envuelta en un accidente de tráfico?


"Bueno, un hospital nunca se puede negar a atenderte. Es un derecho de los ciudadanos. Uno siempre puede acudir a urgencias, y siempre se le tratará", explica. Es cierto. Un hospital no puede negar, jamás, la atención a alguien que sufra una emergencia médica. Si el paciente está consciente, el personal de admisiones tratará de obtener su número de tarjeta de crédito. Pedirá información como su número de teléfono y dirección para poder enviar facturas.


Pero nunca, jamás, se le podrá negar tratamiento o se le podrá enviar a otro centro hospitalario. Una ley de 1986 establece que "aquellos individuos que necesiten atención médica urgente


deberán recibir los chequeos médicos necesarios para determinar si en realidad existe una condición de urgencia".


Con esta ley nació todo un sistema de sanidad paralela, una red de pacientes sin seguro médico que sólo acuden al médico cuando sufren una urgencia. Y que, muchas veces, no pueden pagar. La factura media de un servicio de emergencias de un hospital de Washington, la capital de EE UU, por tratar dolencias simples como una infección de oído o una intoxicación por consumir alimentos en mal estado supera los 1.000 dólares.


"En casi todas las ciudades hay centros de urgencias financiados con dinero público, destinados a tratar a este tipo de personas", explica Darrell J. Gaskin, profesor de Política Sanitaria de la Universidad de Maryland. "Pero o los que hay son pocos, o están lejos de donde estos ciudadanos trabajan u operan a unas horas muy limitadas al día. La única solución es acabar visitando una consulta en la que sabes que no te pueden rechazar".


El hacer de la visita a urgencias un hábito de salud puede ser una tirita aplicada sobre una herida profunda. Si alguien acude al hospital después de sufrir un desmayo, se le estabilizará. Pero en el supuesto de que sufra una enfermedad crónica, como cáncer, si no da pruebas de tener un seguro o de poder pagar, el centro médico tratará de darle el alta. "Estos centros podrán dar el alta al paciente y recomendarle que visite a su médico de cabecera para recibir tratamiento a largo plazo. De acuerdo con la ley de 1986, el hospital tiene el derecho de referirle a otro profesional una vez que su vida ya no corre riesgo inmediato", explica Gaskin.


Todos éstos son los resultados de una transformación que, según los sociólogos, tuvo lugar en EE UU en los años ochenta. En aquella década, la cobertura sanitaria pasó de ser contemplada como un derecho de la ciudadanía a ser un bien que debería ser regulado por la ley de la oferta y la demanda. "Entonces, el sector más conservador del Gobierno y la sociedad convenció al país de que las condiciones del libre comercio podrían reducir los precios y aumentar la satisfacción del consumidor", explica James Morone, profesor de Ciencia Política en la Universidad Brown y autor del libro Política de Reforma Sanitaria.


"Entonces, la izquierda decidió negociar algo que hasta la fecha no había sido negociable. Aceptó considerar la sanidad como un bien de mercado siempre y cuando hubiera unas excepciones, como que el Estado pagara las facturas de aquellos que no se lo pudieran permitir". Así es como nacieron dos grandes programas que hacen que el gasto público en Sanidad en EE UU haya acabado siendo el mayor del mundo sin, en realidad, cubrir a todos los ciudadanos: Medicare y Medicaid.


En términos sencillos, Medicaid es el nombre que reciben las ayudas estatales a los pacientes pobres. El programa conocido como Medicare lo conforman las subvenciones a ayudas sanitarias a los ancianos. Entre ambos, suponen unos 740.000 millones de dólares del gasto del Gobierno federal, un 24% del presupuesto anual estadounidense.


En realidad, y gracias en gran parte a estos dos mastodontes de la inversión pública, el Estado norteamericano cubre el 45% de los gastos totales en sanidad del país. Según información de la Organización Mundial de la Salud de 2005, EE UU invierte unos 2.862 dólares anuales por ciudadano en gastos sanitarios. Esta cifra sólo la superan -y no por mucha diferencia- países que aquí son modelo de atención pública universal, como Suecia, Noruega o Dinamarca.


Si este sistema es tan caro y sigue dejando a su propia suerte a 45 millones de norteamericanos, ¿por qué sigue estancado en un modelo inefectivo? Hillary Clinton podría dar muchas respuestas a esta pregunta. Ella, en sus primeros meses como primera dama, trató de reformar el sistema sanitario, ofreciendo cobertura universal a todos los ciudadanos.


No convenció ni al sector más conservador del Congreso ni a los muchos lobbies de empresas médicas y aseguradoras, que se gastaron unos 300 millones en campañas publicitarias y campañas políticas para derrotar la propuesta. Entre ambos hicieron la suficiente presión como para asfixiar una protesta que tachaban de burocrática e innecesaria.


Cuando los republicanos tomaron el control de la Cámara de Representantes y del Senado en 1994 dieron la reforma por muerta. Los medios criticaron entonces la poca habilidad política de Clinton. "La arrogancia de la primera dama llegó en un mal momento", sentenció la revista Newsweek en un artículo de 1994. Ella reconoció sus fallos en la campaña electoral del año pasado. "El proceso y el plan mismo tenían muchos errores", dijo en junio al diario The New York Times. "Intentábamos hacer algo muy difícil y cometimos muchos errores".


El presidente Obama puede aprender de aquellos errores. El pasado jueves comenzó oficialmente su proceso de reforma sanitaria con una reunión con su nominada a secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, congresistas demócratas y republicanos y representantes del sector médico y asegurador. Todos se pondrán a trabajar en un plan que pueda satisfacer a consumidores y a empresarios.


Obama ha llegado a este punto consciente de que pasadas reformas han fracasado estrepitosamente. En la campaña electoral fue muy cuidadoso a la hora de hablar de políticas sanitarias: nunca llegó a prometer cobertura universal completa. El sector más progresista del Congreso le está forzando a que avance en esta dirección, y de hecho el presidente ha dicho que una de sus prioridades es dar cobertura a los más de 45 millones de norteamericanos que no disponen de seguro.


"Es posible que el presidente, atendiendo al sector más progresista del Senado, acabe iniciando los trámites que lleven a algún tipo de cobertura universal", explica Scott Harrington, profesor de Política Sanitaria en la Universidad de Pensilvania. "Pero es muy improbable que EE UU llegue al nivel de España. No creo que a nadie aquí se le pase por la cabeza llegar a un modelo de propiedad pública de hospitales y centros médicos. Pero sí que es probable que se llegue a un punto en el que todos los ciudadanos estén cubiertos por un seguro u otro".


En su reunión del jueves, el presidente dijo que "en estos días, la necesidad de esta reforma llega desde todos los espectros de la sociedad, desde los doctores, enfermeras, pacientes, sindicatos, empresas, hospitales, proveedores de atención médica y grupos comunitarios". Ahora, de él y de su habilidad política depende que el sistema cambie sólo aparentemente para seguir siendo lo que es, un bien de mercado en una economía en crisis, o que evolucione de verdad para volver a ser un derecho personal.


Fuente: El Pais

Leer más...

domingo, marzo 08, 2009

Despacio que estoy apurado

Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.

Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha. Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.

Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.

En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.

Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3..5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares.

Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario "The Washington Post" como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.

La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente:

Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?
Para ver la experiencia tal como ocurrio, el video:



Y para saber quien es Joshua Bell tocando para "algunas" personas que pagaron "algo" de dinero.



Leer más...

lunes, marzo 02, 2009

La sabiduría del TAO

Este es una serie de pensamientos, que me gusto mucho y queria agregarle algo de musica. El músico en cuestión es Enrique Cortazar y el tema Dreaming. Que lo disfruten.



Leer más...