viernes, agosto 31, 2007

La Pinga del Libertador

Tan dado era Don Simón Bolívar a singularizarse, que hasta su interjección de cuartel era distinta de la que empleaban los demás militares de la época. Donde un español o un americano habrían dicho: ¡Vaya Ud. al carajo!, Bolívar decía: ¡Vaya usted a la pinga!

Histórico es que cuando en la batalla de Junín, ganada al principio por la caballería realista que puso en fuga a la colombiana, se cambió la tortilla, gracias a la oportuna carga de un regimiento Peruano, varios jinetes pasaron cerca del General y, acaso por alagar su colombianismo, gritaron: ¡Vivan los lanceros de Colombia! Bolívar, que había presenciado las peripecias todas del combate, contestó, dominado por justiciero impulso: ¡La pinga! ¡Vivan los lanceros del Perú!

Desde entonces fue popular interjección esta frase: ¡La pinga del libertador!

Este parágrafo lo escribo para lectores del siglo XX, pues tengo por seguro que la obscena interjección morirá junto con el último nieto de los soldados de la Independencia , como desaparecerá también la proclama que el general Lara dirigió a su división al romperse los fuegos en el campo de Ayacucho: «¡Zambos del carajo! Al frente están esos puñeteros españoles. El que aquí manda la batalla es Antonio José de Sucre, que, como saben ustedes, no es ningún pendejo de junto al culo, con que así, fruncir los cojones y a ellos».

En cierto pueblo del norte existía, allá por los años de 1850, una acaudalada jamona ya con derecho al goce de cesantía en los altares de Venus, la cual jamona era el non plus ultra de la avaricia; llamábase Doña Gila y era, en su conversación, hembra más cócora o fastidiosa que una cama colonizada por chinches.

Uno de sus vecinos, Don Casimiro Piñateli, joven agricultor, que poseía un pequeño fundo rústico colindante con terrenos de los que era propietaria Doña Gila, propuso a ésta comprárselos si los valorizaba en precio módico.

—Esas cinco hectáreas de campo —dijo la jamona—, no puedo vendérselas en menos de dos mil pesos.

—Señora —contestó el proponente—, me asusta usted con esa suma, pues a duras penas puedo disponer de quinientos pesos para comprarlas.

—Que por eso no se quede —replicó con amabilidad Doña Gila—, pues siendo usted, como me consta, un hombre de bien, me pagará el resto en especies, cuando y como pueda, que plata es lo que plata vale. ¿No tiene usted quesos que parecen mantequilla?

—Sí, señora.

—Pues recibo. ¿No tiene usted vacas lecheras?

—Sí, señora.

—Pues recibo. ¿No tiene usted chanchos de ceba?

—Sí, señora.

—Pues recibo. ¿No tiene usted siquiera un par de buenos caballos?

Aquí le faltó la paciencia a don Casimiro que, como eximio jinete, vivía muy encariñado con sus bucéfalos, y mirando con sorna a la vieja, le dijo:

—¿Y no quisiera usted, doña Gila, la pinga del Libertador?

Y la jamona, que como mujer no era ya colchonable (hace falta en el Diccionario la palabrita), considerando que tal vez se trataba de alguna alhaja u objeto codiciable, contestó sin inmutarse:

—Dándomela a buen precio, también recibo la pinga.





"Tradiciones en Salsa Verde"
Ricardo Palma

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jueves, agosto 30, 2007

Mujer ejemplar

Vivió obedeciendo al mandato bíblico y a la tradición histórica.


Ella barría, lustraba, enjabonaba, enjuagaba, planchaba, cosía y cocinaba.

A las ocho en punto de la mañana servía el desayuno, con una cucharada de miel para el eterno ardor de garganta de su marido. A las doce en punto servía el almuerzo, consomé, puré de papas, pollo hervido, duraznos en almíbar; y a las ocho en punto la cena, con el mismo menú.

Jamás se atrasó, jamás se adelantó. Comía en silencio, porque no era mujer opinativa ni preguntativa, mientras el marido contaba hazañas presentes y pasadas.

Después de la cena, se demoraba lavando lentamente los platos, y entraba en la cama rogando a Dios que él estuviera dormido.

Para entonces ya se habían difundido bastante la máquina lavarropas, la aspiradora eléctrica y el orgasmo femenino, que habían llegado poco después de la penicilina; pero ella no se enteraba de las novedades.

Sólo escuchaba los radioteatros, y rara vez salía del refugio de paz donde vivía a salvo de la violencia del mundo. Una tarde, salió. Fue a visitar a una hermana enferma. Cuando regresó, al anochecer, encontró al marido muerto.

Algunos años después, la abnegada confesó que esta historia no había terminado exactamente así.

Contó el otro final a un vecino llamado Gerardo Mendive, que se lo contó a un vecino que se lo contó a otro vecino que se lo contó a otro: al volver de la casa de la hermana, ella encontró al marido caído en el suelo, jadeando, bizqueando, la cara de color tomate, y pasó de largo, se metió en la cocina, preparó un inolvidable banquete de calamares en su tinta y merluza a la vasca, con un postre de alta torre de frutas y de helados, todo regado con un vino añejo que tenía escondido, y a las ocho en punto de la noche, como era su deber, sirvió la cena, se hartó de comer y de beber, confirmó que él estaba definitivamente quieto en el suelo, se persignó, se vistió de negro y llamó por teléfono al médico.



"Bocas del tiempo"

Eduardo Galeano

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martes, agosto 28, 2007

Un cuentito y a la cama: Gobernantes y Gobernados

Por las noches el Gran Tamerlán se disfrazaba de mercader y recorría los barrios bajos de la ciudad para oír la voz del pueblo. Él mismo les tiraba de la lengua.


–¿Y el Gran Tamerlán? –preguntaba–. ¿Qué opináis del Gran Tamerlán?


Invariablemente se levantaba a su alrededor un coro de maldiciones y de rabiosas quejas. El mercader sentía que la cólera del pueblo se le contagiaba. Arrebatado por la indignación, añadía sus propios denuestos, revelaba un odio feroz contra el gobierno.


A la mañana siguiente, en su palacio, el Gran Tamerlán se enfurecía. ¿Sabe toda esa chusma –pensaba– qué es manejar las riendas de un imperio? ¿Creen esos granujas que no tengo otra cosa que hacer sino ocuparme de sus minúsculos intereses, de sus chismes de comadres? Y se dedicaba a los intrincados problemas oficiales.


Pero a la noche siguiente el mercader volvía a oír las pequeñas historias de atropellos, arbitrariedades, abusos de la soldadesca, prevaricatos de los funcionarios, deshonestidades de los cobradores de impuestos, y de nuevo hacía causa común con el pueblo.


Al cabo de un tiempo el mercader organizó una conspiración contra el Gran Tamerlán. Su astucia, su valor, su conocimiento del arte de la guerra lo convirtieron en el jefe de la conjura y en el líder del pueblo. Pero el Gran Tamerlán le desbarataba, desde su palacio, todos los planes revolucionarios, a menudo a duras penas y con gran sacrificio de soldados.


Este duelo se prolongó durante varios años. Hasta que el pueblo, harto de fracasos, sospechó que el mercader en realidad era un agente provocador a sueldo del Gran Taberlán y lo mató en una oscura taberna, a la misma hora en que los dignatarios de la corte, sospechando que el Gran Tamerlán ya no tenía agallas para vencer a sus enemigos, lo asesinaban en su vasto lecho.


"Falsificaciones"

Marco Denevi

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"Experiencia extracorporal": investigan la posibilidad de liberar al cuerpo de la conciencia

Mediante diversos mecanismos de simulación, que incluyen cámaras y anteojos tridimensionales, los científicos analizan la relación entre el organismo y la razón. Instituciones de Suiza, Suecia y Gran Bretaña participan en la investigación.

¿En qué parte del cerebro se asienta la percepción del yo? ¿Necesita la conciencia del yo un cuerpo? Científicos europeos tratan de dar respuesta a estas preguntas simulando que el yo se libera de su parte física.

Un diez por ciento de la población dice haber tenido alguna vez la sensación de abandonar su propio cuerpo. No es necesario creer que algo así sea posible, pero tampoco imprescindible pensar que la sensación no se pueda producir.

De hecho, en la École Polytechnique Fédérale de Lausana, en Suiza, y antes en la University College de Londres y en el Instituto Karolinska de Estocolmo, científicos europeos consiguieron hacer pensar a quienes se sometieron a la prueba que se veían a sí mismos fuera de su carne y huesos.

El filósofo alemán Thomas Metzinger trabaja en Lausana con Olaf Blanke, un neurólogo. En este estudio, las cuestiones del alma y las del cuerpo se mezclan, por eso científicos de las ramas naturales duras comparten laboratorio con quienes se preguntan por las incógnitas existenciales del ser humano.

El experimento funciona de la siguiente manera, describe Spiegel: la persona se coloca unas gafas especiales que le permiten ver en tres dimensiones. Una cámara, situada en su espalda, graba su cuerpo y las imágenes son proyectadas en los anteojos, de manera que la persona se ve a sí misma por detrás. Entonces, el científico comienza a tocarle la espalda. La persona observa a través de las gafas como una mano recorre su columna vertebral, pero la sensación que tiene es la de haber abandonado su cuerpo y estar contemplándose desde fuera.

Pacientes que sufren enfermedades neurológicas o fueron víctimas de una embolia; personas que durante unos segundos estuvieron clínicamente muertas o sometidas a situaciones de estrés excesivo o cansancio físico desmesurado. Éstos suelen ser los clásicos casos que describen quienes dicen haber vivido una "out of body experience" ("Experiencias extracorporales"), como se conoce a la sensación.

Los científicos esperan descubrir con estos experimentos más sobre los motivos que se esconden tras las visiones del propio cuerpo. Por ejemplo, qué parte del cerebro juega un papel activo en la ilusión. Para los filósofos, la cuestión se adentra en terrenos más pantanosos. Los experimentos demuestran con qué facilidad se puede manipular la sensación del "yo", y cuán ligada aparece esta sensación a la existencia de lo físico.

Fuente: Deustche Welle

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No preguntes

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Libro: Ramillete de Estrellas

Al triste, no le preguntes la historia de su des-
gracia... Sino dile que en ti, tiene un amigo.
Al que llora, no le escudriñes el origen de su
llanto... Sino dile que tu tienes un hombro, un
pañuelo, una sonrisa.
Al que anda tambaleante por la vida no le
analices por qué no ha llegado nunca a ninguna
parte... mejor dile que tu tienes una luz, un con-
sejo, y un bastón por si llegara a necesitarlos.
Al que anda sin templo, y sin oración no le
preguntes por qué es un descreído... mejor en-
séñale a Dios, y mételo en el secreto de tu
plegaria.
A esos que hacen un caos de su vida no les
preguntes que causa su confusión... mejor
enséñales el rastro sosegado de la fé, y el fluir
constante de tu serenidad.
Al que anda dolido y agotado con su cruz, no
le preguntes por qué le pesa tanto... mejor ponlo
en posición de que Dios se irradie sobre él... Y
ya poco a poco irá llegando la luz.
Al que se resiste a seguir, y se siente ven-
cido, no le andes por las normas, las deduccio-
nes y los raciocinios. .. mejor dale la mano, y dile:
"¡Voy contigo!"
No le preguntes a cada uno su necesidad...
mejor demuéstrales que siempre hay un sueño
más asombroso que su mala suerte.
Hay un Dios... Hay una oración... ¡Y hay un
milagro!

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La ciencia de Luther King

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www.cociepsi.tk


MADRID.- En el verano de 1967, siete meses antes de su muerte, Martin Luther King Jr., conocido por su defensa de los derechos civiles, acudió a la reunión anual que celebra la Asociación Americana de Psicología (APA) para exponer su teoría sobre el papel que los psicólogos debían jugar en la sociedad para acabar con las injusticias. Cuarenta años después de su discurso, que en su día pasó desapercibido, los expertos analizan y apoyan sus ideas.

Luther King, Premio Nobel de la Paz, pensaba, y así lo declaró hace cuatro décadas, que los psicólogos y otros científicos sociales debían ayudar a acabar con el racismo y que tenían que estudiar la forma de poner fin a las desigualdades económicas, educativas y sanitarias de los ciudadanos.

El reverendo de la Iglesia Baptista estaba convencido de que las personas que vivían en sociedades donde había más injusticia, violencia y discriminación tenían peor salud y no disfrutaban del llamado estado del bienestar.

Según el doctor Thomas A. Parham, profesor de psicología de la Universidad de California (Irvine, EEUU) "nadie hizo mucho caso a las teorías de Luther King en su momento, pero 40 años después cientos de estudios apoyan sus hipótesis".

Más de un centenar de artículos publicados en revistas científicas en los últimos 10 años recogen los efectos de la discriminación racial en la salud de las personas e indican que influyen en el riesgo de sufrir problemas mentales y enfermedades cardiovasculares.

Estas y otras ideas psicológicas del Premio Nobel se revisarán en el 115 encuentro anual de la APA, que se celebra en San Francisco del 17 al 20 de agosto. Además de analizar al detalle las opiniones de Luther King, los expertos congregados en la reunión anunciarán un plan de 'discusión nacional' de tres años sobre la raza, la paz y la justicia basado en las enseñanzas del reverendo.

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lunes, agosto 27, 2007

Carlos y Amelia

El primer corazon lo encontro pintado en la pared del frente de su casa. En su interior, entre firuletes, se leia "Carlos y Amelia". Aunque se llamaba Carlos no se dio por aludido, pues no conocia ninguna Amelia.

El segundo lo impresiono un poco mas. Estaba dibujado a dedo limpio en la vidriera del bar "Tio Fritz."

Al tercer corazon comprendio que el asunto lo concernia. Se le aparecio de repente al despegar del ropero una foto de Laura Hidalgo.

Despues empezo a encontrar corazones por todas partes: en el baño de la cancha de Velez, detras del almanaque de una tintoreria, en un cuaderno viejo y en un arbol de la plaza a una altura impracticable para cualquier enamorado.

No le costo nada sospechar algo prodigioso. Ninguno de sus amigos tenia ingenio ni teson para una broma semejante.

El ultimo corazon se presento en un barrilete que acababa de arriar y que carecia de toda inscripcion al ser remontado. Lo habian dibujado en el cielo.

Dias mas tarde, Carlos conocio a Amelia. Era hermosa pero triste y fria.

Ahorraremos tramites literarios si decimos que se enamoro de ella. Averiguo donde vivia, fingio encuentros casuales, trato de interesarla de cien diferentes maneras. Finalmente le confeso su amor, suplico, se humillo, pero la mujer no le presto atencion.

No debe haber existido jamas un rechazo tan inapelable como aquel.

Despues ya no aparecieron nuevos corazones. Carlos no vio a Amelia nunca mas, pero por su culpa envejecio sin amores.

Un dia supo por una bruja que el Angel Gris prepara estos sucesos para que algunos privilegiados vivan la rara experiencia del amor imposible.

Y una tarde, paseando frente a la casa abandonada de la mujer terca, descubrio la borrosa sombra de un corazon pintado bajo la ventana.

Entre firuletes se leia "Amelia y Ernesto."


"Literaturas del Angel Gris"
Alejandro Dolina


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sábado, agosto 25, 2007

La Novia

Hace mucho tiempo, yo tenía una novia buena y hermosa. Me amaba con una devoción tal, que no pude resistir la tentación de ser malvado. Me solazaba en la traición, en el capricho, en la impuntualidad, en la mentira gratuita.


Ella lloraba en secreto, cuando yo no la veía, pues sabía que su llanto me irritaba. Pero un día, un incidente que ni siquiera recuerdo me despertó el temor de perderla.

El amor crece con el miedo. Mi conducta cambió. Me fui haciendo bueno. Quise pagar el daño que había hecho y empecé a vivir para ella.

Le hacía el amor en todos los zaguanes. Le cantaba valses de Héctor Pedro Blomberg. La llevaba a pasear por los lugares más hermosos del mundo. Le imponía aventuras inesperadas. Me hice sabio y generoso sólo para merecer su amor.

Pero un día me dejó.

—No te quiero más —me dijo, y se fue.

Supliqué un poco, sólo un poco, porque era bueno. Después me puse a esperar la muerte sentado en un umbral.

Al cabo de un tiempo, aparecieron los celos. Pensé que seguramente me había dejado por otro. Decidí averiguarlo.

Indagué a los amigos comunes, pero todos afectaban un aire de trabajosa indiferencia.

Resolví seguirla. Pasaba las noches acechando su puerta. Durante el día, me apostaba en la esquina de su trabajo. El resultado de mis pesquisas fue nulo. Mi novia se desplazaba por circuitos inocentes. Perdí mi empleo, mi salud y hasta mis amistades. Mi vida era una perpetua vigilancia.

Pasaron largos meses sin que nada ocurriera. Hasta que una noche la vi salir de su casa con aire decidido.

Tuve el presentimiento de que iba a encontrarse con un hombre, tal vez porque estaba demasiado linda.

La seguí entre las sombras y vi que se detenía en una esquina que yo conocía bien. Me escondí en un portal. Ella se detuvo y esperó, esperó mucho.

Cerca de una hora después, apareció un hombre alto, oscuro, soberbio. Algo familiar había en su paso. Ella intentó una caricia, pero él la rechazó.

Inmediatamente comprendí que el hombre se complacía en verla sufrir y amar al mismo tiempo. Se trataba de un sujeto diabólico. Cada tanto, me llegaban ráfagas de una risa vulgar. No podía concebirse un individuo más vil y detestable.

Caminaron. Tomaron un rumbo que no me sorprendió.

Al llegar a la luz de una avenida, pude ver que aquel hombre era yo. Yo mismo, pero antes. Con el desdén cósmico que tanto me había costado borrar del alma, con la maldad de mis peores épocas. Con la impunidad de los necios.

No pude soportarlo. Pensé en cruzar la calle y pegarme una trompada, pero me tuve miedo. Quise gritar, ordenarme a mí mismo dejar tranquila a aquella muchacha. Pero el imperativo no tiene primera persona y no supe qué decirme.

Se detuvieron un instante y pasé delante de ellos. Ella no me vio. Yo sí me vi. Me miré con un gesto de advertencia.

Después los perdí de vista y me quedé llorando.


"El Libro del Fantasma"
Alejandro Dolina

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Las Ausencias

Las "ausencias" son como luces que se van apagando, y no siempre nos acostumbramos a vivir en esa semioscuridad... a movernos, a desenvolvernos, a seguir caminando en esa claridad disminuida, en esa penumbra.

No sé cómo se puso a depender el corazón, que tiene tan ancha plenitud, de una vida tan corta, tan riesgosa, tan frágil.


Las heridas de ofensas pueden curarse... pero las hondas, las que nos sacuden, permanecen.

Hay corazones a los que las heridas les sanan mas fácilmente, y otros a los que nunca se les cierran... ni con parches, ni pegamentos, ni componendas, ni puntadas... ¡Nada! Dejan a uno mansamente rebelde, impotentemente conforme, obligadamente resignado... pero nada más.

El dolor al máximo, es una incurable dolencia. Quizás la fe sirva de dique para impedir un desbordamiento, pero no quita la sensibilidad para impedir las lágrimas, ni el dolor a flor de piel, ni la opresión de desfallecer en muchos momentos.

Con un esfuerzo sobrehumano sigues en pie, pero en el fondo te sigues tambaleando.

Con un esfuerzo sobrehumano buscas el sol, pero en el fondo no puedes atrapar la luz.

Con un esfuerzo sobrehumano quieres subir, pero en el fondo hay un peso de dolor que te hunde.

No lo entiendes más que lo que pasa.

Y no lo supera más que el que se pone en manos de Dios.

Zenaida Bacardí de Argamasilla
http://www.motivaciones.org

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viernes, agosto 24, 2007

Donde se enterró mi corazón

No dejes que decidan tu vida... ¡No sigas ciegamente a los demás! No a todos les sirve lo mismo... Lo que encaja en una vida, desencaja en otra... A unos les sobra lo que a otros les falta...

Cada persona tiene su apetencia para vivir, y sus metas con qué soñar. Y las tuyas, no pueden suplirse con las de nadie... Ni las de nadie cumplir el cometido de las tuyas.

La vida es una ciencia donde siempre se está creciendo y se está madurando... Aunque nunca lleguemos a su total culminación. Sé agente libre de tu propia vida... La libertad no es un monstruo... es un medidor de tu voluntad y tu carácter... Lo que te deja respirar a tu anchas... Lo que te deja abrir alas y salir a volar.

Cree en ti mismo, sin esperar la aprobación de todos para poder decidir... ¡Porque la inseguridad es capaz de hundir los mejores propósitos! Acostúmbrate a vivir equilibrado... porque los excesos casi siempre arruinan la felicidad.

Te sentirás afianzado y seguro, cuando tengas firmeza en tus creencias... seguridad en tus decisiones... y aplomo en tu acción... Cuando tengas la frente de un pensador... el pecho de un luchador... ¡y la mirada de un niño!

Porque el ideal no baja a tus manos... tienes tú que ir a buscarlo en la cumbre. Porque la vida no tira rosas a tu paso... tienes que cortarlas en el huerto que has cultivado. Porque la tierra no regala los frutos... ¡Caen del árbol donde se enterró tu corazón!


(Zenaida Bacardí de Argamasilla, 'Ramillete de Estrellas')

El hombre está siempre dispuesto a negar aquello que no comprende.

(Luigi Pirandello
)

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jueves, agosto 23, 2007

Cómo ser una persona atractiva

Hay personas con el cabello rizado que se acomplejan por ello y lo quieren tener liso. Muchas que lo tienen liso desean rizárselo. Hay personas delgadas que anhelan tener más kilos (o libras); las hay quienes quieren tener menos peso. Hay personas altas que se acomplejan de su estatura y caminan encorvadas; las hay pequeñas que quieren ser grandes. Muchas personas no están contentas con su apariencia física. Se consideran poco atractivas para los demás.

Por otra parte, observa que la gente magnética y atractiva lo es por algo interior y no por su apariencia externa. Tenemos personas atractivas altas, bajas, rubias, morenas, delgadas, obesas, jóvenes, viejas, con cabello liso, con cabello rizado, cultas, incultas, con ojos claros, con ojos oscuros, válidas e inválidas... Y también conocemos personas desagradables que son altas, bajas, rubias, morenas, delgadas, obesas, jóvenes, viejas, con cabello liso, con cabello rizado, cultas, incultas, con ojos claros, con ojos oscuros, válidas e inválidas...

Tener éxito y prosperidad en la vida no depende de lo externo, sino de las cualidades internas. Es un asunto de actitud. Conozco personas de muy baja estatura que les va muy bien en la vida y están muy bien plantadas en su calzado con taco BAJO. Y conozco personas pequeñas que con sus enormes tacones y su peinado alto, le están diciendo a todos los que las vean: ¡soy una chica acomplejada! No me valoro a mí misma.

Si tú crees que los demás no te apreciarán como eres, entonces así sucederá. Si desarrollas confianza y seguridad en ti mismo, si eres auténtico, si tienes buena voluntad, si te visualizas como persona atractiva y magnética, entonces así será también. Cada día, al comenzar la jornada visualízate por unos segundos como una persona próspera y atractiva. Repite mentalmente: "Tengo seguridad en mí, tengo confianza en mis cualidades y cada día soy mejor que ayer". Y sal al mundo con una sonrisa. Verás que todo irá mejor.



(Sergio Valdivia)


Si hay luz en el alma, habrá belleza en la persona; si hay belleza en la persona, habrá armonía en el hogar; si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación; si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo.

(Proverbio Chino
)



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Los frutos de quien no quiere recibir

Durante una cena en el monasterio de Sceta, el padre de mayor edad se levantó para servir agua a los otros. Fue de mesa en mesa con mucho esfuerzo, pero ninguno de los padres aceptó.

"Somos indignos del servicio de este santo", pensaban.

Cuando el anciano llegó a la mesa del abate Juan Pequeño, este pidió que le llenase su copa hasta el borde. Los otros monjes le miraron horrorizados. Al final de la cena, cercaron a Juan Pequeño:

- ¿Cómo pudo juzgarse digno de aceptar aquella agua? No percibió el sacrificio que él estaba haciendo para servirlo?

- ¿Cómo puedo impedir que el bien se manifieste? Ustedes que se creen santos, no tuvieron la humildad para recibir y el pobre hombre no tuvo la alegría de quien da.



(Paulo Coelho, 'Guerrero de la Luz Online N° 152')


Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.

(Rabindranath Tagore)

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martes, agosto 21, 2007

Teatro

En cierta época de la tragedia clásica, se entendía que el personaje que aparecía por la izquierda venía desde lejos. Contrariamente, el que entraba en escena por la derecha, venía desde un lugar cercano o vivía allí mismo.


Este código ahorraba una serie de trámites palabreros. El director teatral Enrique Argenti, enemigo profesional de los textos, soñó con extender estas convenciones, de suerte que con sólo
asomarse o situarse en un lugar determinado el personaje revelara su condición, su pasado, sus propósitos y aun su futuro.

Para ello dispuso en el escenario un número adecuado de puertas, ventanas, sillas y pasadizos, cada uno de los cuales garantizaba un destino.

Había una puerta para los enamorados, otra para los traidores, otra para los maridos engañados. Por la puerta azul entraban los valientes, por la blanca los cobardes. Asomarse a la ventana más
alta era informar que uno estaba loco, por la más baja miraban los mentirosos.

Había una silla para que se sentaran los que morirían jóvenes y un sillón para los espías de un rey enemigo. Los delincuentes se paraban bajo una luz roja. Los delatores, contra un muro gris.

El futuro y el pasado correspondían a la derecha y la izquierda respectivamente. En general, todos los actores iban desplazándose hacia la derecha, conforme avanzaba la obra. Cuando alguien marchaba en sentido contrario, se comprendía que estaba recordando.

Argenti quiso ser todavía más audaz: lo dicho bajo la luz de un determinado reflector debía entenderse de modo metafórico. Las luces generales alumbraban el sentido literal. Tachos luminosos velados por distintas gelatinas anunciaban metonimias, sinécdoques, anadiplosis o epanalepsis. Velos transparentes colgando de las alturas flameaban sobre las familias que arrastraban una maldición. Las críticas a las autoridades eran señaladas por un gong, cuyo sonido hacía estallar en aplausos a las muchedumbres opositoras de la platea.

Los diálogos se redujeron a lo imprescindible, y casi no era necesario ser actor para comunicar estados de conciencia. Bastaba con pararse en el lugar apropiado.

El público también decidió ubicarse en situaciones geográficas que denotaran su opinión. Quiero decir que no fue nadie.


"El Libro del Fantasma"
Alejandro Dolina

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Acompañar

Simplemente estar ahí, presente, al lado de quien te necesita.

No es indispensable hablar, ni hacer algo especial.

Lo importante es comunicar al otro que uno está unido con la alegría, o la tristeza que está viviendo el ser querido.

Lo que vale es respetar siempre el pedido, verbal o silencioso, latente o manifiesto de compañía o de soledad.

Acompañar es intuir la carencia del otro: es cuidar, proteger, sin molestar o dañar.

Es tarea de amigos, de amantes, de seres que se sostienen en la hermandad de los afectos. Es un servicio de lealtad.

Es un punto de contacto, más cerca de los sentimientos invisibles que de la mera proximidad física, ostensible.

Se puede estar "cerca" de alguien, pero con "cercos" divisorios. También es posible estar unidos por la distancia, pero próximos en el corazón.

A veces los sentimientos se filtran por las fronteras inventadas por los mismos protagonistas.

Acompañar no es pared sino puente, unión de almas.

Existen paredes de vidrio, no visibles, que impiden la unidad de los sentimientos, que asfixian el surgimiento generoso y espontáneo de la compasión.

Hay proximidades que agobian y aíslan mucho más que la soledad misma.

"Y qué le digo"?, preguntó alguien, temeroso de sus propias emociones ante el dolor de un conocido... "No digas nada, absolutamente nada", respondió la sensibilidad. Lo que importa es estar ahí en el momento justo.

Tal vez no exista nada mejor que la elocuencia del silencio.

En determinadas circunstancias, las palabras sólo consiguen incomunicar.

Como se recuerda el sabor del vino aún después que su olor se haya desvanecido, y que su copa haya desaparecido.

"Cállate por favor... quiero estar contigo", suplicó el poeta necesitado de compañía.


Anonimo



Estar en compañía no es estar con alguien, sino estar en alguien.
(Antonio Porchia)

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Espejos

Algunos aficionados a la magia postulan la existencia de espejos memoriosos, que guardan las imágenes aun en ausencia de los objetos reflejados.

El músico Ives Castagnino jura que una tarde en La Perla de Flores le hizo gestos de simpatía a una jovencita que descubrió en el espejo. En cierto momento, anotó el número de su teléfono al revés en una servilleta que se puso luego en la frente. Ella tomó nota. Suponiéndose aceptado, se dio vuelta para proseguir la seducción en forma directa. La chica no estaba. Volvió a mirar el espejo y la vio ostensible y contundente, con un solero a lunares.

Agotados los experimentos ópticos, el músico calculó que aquel espejo conservaba imágenes del pasado y se fue tranquilamente.

La tarde siguiente, se cruzó en la puerta misma de La Perla con la jovencita del solero. Después de filosofar brevemente, creyó entender que el espejo no reflejaba el pasado, sino el futuro.

La confitería estaba desierta. La chica se sentó en la misma mesa del día anterior. Castagnino -por capricho- modificó su ubicación.

Al rato la buscó en el espejo y no la encontró. Se acercó entonces a la mesa y se disponía a hablarle, cuando vio que ella le hacía caritas al espejo mientras anotaba un número de teléfono.

Castagnino captó al fin la verdad: en el espejo de La Perla de Flores podía verse el pasado o el futuro, según donde uno se sentara.

Perplejo ante aquellas reflexiones, ganó la puerta y buscó una confitería sin espejos.


"El Libro del Fantasma"
Alejandro Dolina

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lunes, agosto 20, 2007

La depresión está ligada a falta de control de las emociones

La depresión está ligada a anomalías de los circuitos neuronales de los centros de emoción del cerebro, siendo las personas depresivas a menudo incapaces de controlar eficazmente a través de un esfuerzo mental sus emociones, según un estudio publicado el martes en Estados Unidos.
Los investigadores, que recurrieron a una técnica de diagnóstico por imagen, mostraron que ante situaciones de estrés el cerebro de las personas que padecen depresión grave reacciona de forma muy diferente al de las personas que gozan de buena salud mental.

'Experimentar sentimientos negativos frente a situaciones estresantes es normal', explica Tom Johnstone, investigador de la facultad de medicina de la Universidad de Wisconsin-Madison (norte), y autor principal de este estudio publicado en el semanario Journal of Neuroscience del 15 de agosto.

'La incapacidad de controlar las emociones negativas y de volver a un estado emocional normal tras una experiencia penosa es una característica de las depresiones graves', añade.
Para evaluar el papel de los reguladores de la emoción en el cerebro de las personas depresivas, este equipo de psiquiatras y psicólogos observó las reacciones del cerebro de individuos normales y de aquellos que padecían depresión, mientras veían una serie de fotos elegidas para provocar fuertes reacciones emocionales negativas (escenas de accidentes o de animales salvajes en actitudes amenazadoras, por ejemplo).

Los investigadores pidieron a los participantes que se esforzasen en reducir la intensidad de sus reacciones emocionales negativas, imaginando por ejemplo la misma escena para tornarla menos perturbadora.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que los sujetos normales pueden controlar con eficacia sus emociones, a través de un esfuerzo mental, mientras que los individuos depresivos a menudo son incapaces, debido a anomalías de los circuitos neuronales de las zonas donde radican las emociones.

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La lluvia cae infinita

La lluvia asomaba a mi ventana, podía ver su reflejo de agua cristalina,
Las aves se alejaban, comenzando una nueva travesía.

Hojas al vuelo morían dejando huellas al viento que marcaba un nuevo día,
figuras enormes pintaban al cielo de formas infinitas.

Sabia que este día no sería uno mas, pero me cegaba la ira.
Mil formas nuevas de decir te quiero, mil formas nuevas!, pero ya no te tenía...

La lluvia Cae infinita recordando aquellos sueños,
de aquel momento en que fuiste mía, de solo instantes... abrazos tiernos, miradas fijas.

Aún puedo sentirte, tu lo puedes? si entendieras mi dolor comprenderías que la luna aunque oculta entre nubes refleja tus ojos cada día.

Despertar en la mañana sin tu amor es prohibir a un niño la sonrisa, las alas a un ángel,
la sangre al corazón, los sueños en vida.


Todo parecía eterno, miradas buscándose al roce del viento,
labios enamorados fundiéndose en mil besos.

Nuestros cuerpos abrazados, a la luz cegante de las estrellas,
en las inmensas noches de silencio.

Oh amada mía puedes sentirme? yo aún te siento... tu lo puedes?
la lluvia cae infinita de mis ojos... cada vez que te recuerdo.

Autor: Lean Lee

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domingo, agosto 19, 2007

Debate entre José Mª Castillo y Fernando Savater. El derecho a no creer

¿No había muerto? En las librerías, Dios ha vuelto. Tema inagotable para polemistas como el teólogo católico José María Castillo (que acaba de dimitir de la Compañía de Jesús), autor de Espiritualidad para insatisfechos (Trotta) y el filósofo no creyente Fernando Savater, que publica La vida eterna (Ariel).


PREGUNTA. Si oyen hablar de Dios, ¿qué primera imagen les viene?

FERNANDO SAVATER. Que es una institución cultural, y en ese sentido existe igual que por ejemplo el Banco Español de Crédito. Y que, más ontológicamente, no me lo imagino; la idea de un ser que a la vez tiene los atributos humanos y además es infinito, eterno, al margen de los avatares... Nietzsche decía que había conceptos que tenían definición y otros historia. Dios me parece que es un concepto que puede tener historia pero no definición.

JOSÉ MARÍA CASTILLO. A mí me provoca a botepronto respeto, porque soy creyente, y peligro. Peligro porque en su nombre se cometen las barbaridades más grandes. Esa misteriosa relación entre religión y violencia. Una relación que en el cristianismo se agrava, porque profesa su fe en un Dios que necesita el sacrificio, y por lo tanto la muerte y la sangre de su hijo, para que la gente se pueda acercar a él. Nietzsche hablaba del Dios vampiro. En lo metafísico, el concepto de Dios no tiene salida, porque se trata de armonizar la suma bondad con el sumo poder, o la infinita bondad con el infinito poder, con este mundo que tenemos, y eso es estrictamente contradictorio. No es evidente la existencia de Dios, ni puede serlo nunca, pero sí la utilidad: lo vemos ahora en España. La Iglesia y la derecha utilizan a Dios, pero desde mi punto de vista es una actitud intolerable. En España se está usando el nombre de Dios constantemente para lo que se traduce en pelotazos urbanísticos, para todo lo que se quiera.

P. ¿Sigue sirviendo Dios como consuelo ante la muerte?

F. S. Las funciones de vertebración social que cumplen las constituciones u otras leyes laicas, las cumplían antaño las religiones. Pero a partir del XVII la religión ha ido pasando a un plano más íntimo, más privado, con el cual también tuvo que ver desde el principio, y eso, más que el miedo a la muerte, es el rechazo a la idea de perdición, que es el gran enigma y la gran espina de la condición humana: sabernos mortales es lo que nos lleva a pensar. La idea de la muerte es inasimilable, ya decía La Rochefoucauld que: "Ni al sol ni a la muerte se les puede mirar de frente". Pues uno de los cristales ahumados para mirar a la muerte es la idea de Dios y de salvación, de alguien que se ocupará de nosotros, aunque sea castigándonos; que no estaremos perdidos del todo. Eso sigue funcionando de un modo o de otro, porque negociar nuestra relación con la muerte nunca ha sido fácil.

J. M. C. Ante el sufrimiento la religión sigue cumpliendo un papel positivo para mucha gente, para hacerle más soportable la enfermedad, la vejez, la pérdida de un ser querido. Ahora bien, ofrecer una evidencia y una seguridad, no puede, porque no hay evidencia ninguna. Y esta esperanza en la otra vida que a algunas gentes les ayuda, en otras puede ser un verdadero peligro: el terrorista que se inmola pensando en...

F. S. En las huríes.

J. M. C. Claro, en ese caso la esperanza en la otra vida es un auténtico peligro. O eso otro tan terrible, la resignación, el aguante y el silencio ante injusticias que no se deberían de tolerar. Siempre recuerdo la afirmación del gran defensor de los derechos humanos de los negros en Estados Unidos, Martin Luther King: "Cuando se recuerden las grandes atrocidades que han ocurrido en el siglo XX, se verá que lo peor no han sido las fechorías de los malvados, sino el silencio de las buenas personas". Y eso es terrible. Y a eso está llevando de hecho la religión.

F. S. Bueno, la idea de Marx de la religión como el opio del pueblo, como un adormecedor. .. Hoy la religión puede ser efectivamente el opio para algunos, porque les da resignación y les hace que soporten los males naturales y el poder establecido como si fueran parte de la voluntad divina; pero en otros casos no funciona como el opio, sino como la cocaína, porque para el terrorista más bien la religión para él es un terrible excitante. Aquello que decía don Pío Baroja de que el requeté era un animal que, una vez confesado y comulgado, atacaba al hombre. La religión no funciona como el opio, todo lo contrario.

J. M. C. Los casos actuales de terrorismo están ahí, pero recordemos que por ejemplo San Bernardo, en el siglo XII, escribió un tratado, Exhortatio ad milites Templi, para los cruzados, y empieza: "Donde se demuestra que matar al infiel no es pecado".

F. S. Lo curioso es que es una exclusiva del monoteísmo. El Antiguo Testamento es una recomendación al genocidio cada cuatro páginas. El Corán, se lea como se lea, está lleno de incitaciones al exterminio del infiel y a extender una tierra dominada por los creyentes y tal. E incluso la figura de Cristo, que es el más manso de los profetas: también dijo que venía a traer la espada y la división.

P. Ha habido o hay otras religiones no monoteístas. ¿Qué se ganó y se perdió con la victoria del monoteísmo sobre el paganismo? Y ahí está el budismo, sin Dios.

F. S. De hecho, la propia expresión de religión no existe en todas partes: hay muchos pueblos que tienen culto, pero no saben que ellos tienen una religión. En el paganismo las tradiciones religiosas estaban ligadas a cosas, instituciones, lugares, árboles, fuentes, a la familia... a cosas concretas que tenían como una dimensión simbólica. La religión, por ejemplo, de los romanos, que era de tipo cívico, un refuerzo espiritual de las instituciones. Los emperadores que perseguían el cristianismo lo hacían escandalizados porque los cristianos, en vez de limitarse a tener un Dios como todo el mundo, y a no dar la lata, negaban los dioses de los demás, y sobre todo los aspectos divinos de las instituciones, y eso era lo intolerable. El gran mérito, por decirlo así, del cristianismo fue separar definitivamente el mundo de lo objetivo, de lo cívico, del mundo de lo espiritual y lo religioso. De ahí que uno no entienda muy bien cuando hoy en la UE hay algunos que en la Constitución quieren mencionar las raíces cristianas de Europa... Es que precisamente las raíces cristianas de Europa son la desaparición de la religión del espacio público: ése fue el mérito del cristianismo. Reintroducir la religión como justificación del espacio público sería paganizar el cristianismo.

J. M. C. Lo que pasa es que el cristianismo nació con esa originalidad sorprendente, hasta el punto de que la gran acusación contra los cristianos en el siglo II y III es que eran ateos. Porque no se atenían a lo que se consideraba como creencia en Dios o religión. Si adoraban a un crucificado, era la blasfemia más fuerte.

F. S. Y descartaban a todos los demás dioses. Eran ateos de todos los demás dioses menos de uno, el suyo propio.

J. M. C. Lo más peligroso que tienen los monoteísmos es que creen en dioses excluyentes: mi Dios es el único, y por tanto los demás están fuera de la legalidad, de la verdad, y del camino de salvación. Porque ya es una violencia decirle a alguien que está en un error, o que está en camino de perdición. Eso ya es una forma de humillarle

... Y también quiero añadir, por intentar ser muy honesto desde mis creencias, que la mayor aportación del cristianismo fue presentar un Dios encarnado. El Evangelio de Juan dice que Dios se ha hecho carne, Logos sarx egenito, la Palabra se hizo carne, y eso en aquella cultura era debilidad, el trastorno más fabuloso en la historia de las tradiciones religiosas. El cristianismo nació con esa originalidad, que duró hasta el siglo IV. A partir del invento de que Constantino vio la cruz y se dijo: "Con este signo vencerás", se hizo la peor perversión de la cruz. Y a partir del edicto de Teodosio, en el 381, cuando declaró al cristianismo como la única religión verdadera, todas las demás pasaron a la clandestinidad. Y eso explica que el continente más cristiano, Europa, sea el más violento.

F. S. Amamos lo perecedero precisamente porque va a perecer; no amamos lo eterno, lo invulnerable, nadie ama el universo, todos sabemos que el universo se pasa muy bien sin nuestros cariños. Amamos a aquellas personas que quisiéramos perpetuar y no podemos; es su fragilidad lo que suscita nuestro amor. Y claro, Dios es lo contrario: la idea de amor a Dios, por ejemplo en el planteamiento tan hermoso de Spinoza, en su Ética, él habla del amor a Dios, que sólo puede ser un amor intelectual, no podemos esperar que Dios nos ame. Esa vinculación afectiva que introduce el cristianismo necesitaba que Dios hiciera una concesión a la carne, a la muerte, a la fragilidad, al temor, al abandono... Esa idea del Dios hecho hombre es una aportación de la religión cristiana, pero también un paso hacia la salida de la religión, porque en cuanto divinizamos la figura frágil, doliente, del hombre, estamos acercándonos a empezar a divinizar sencillamente al hombre, sin necesidad de lo sobrenatural. De ahí que algunos expertos como Marcel Roché hablen del cristianismo como de la religión para salir de la religión. Así que, para que la figura de Cristo adquiera toda su capacidad de identificació n con nosotros, suprimámosle esa otra dimensión mágica que le aleja aún de nosotros.

J. M. C. Teniendo en cuenta, además, que Jesús fue enormemente conflictivo. Pero resulta que su conflicto fue con los dirigentes de la religión y de algún modo con la religión. No hay contradicción entre el cristianismo, y por lo tanto la Iglesia, y la laicidad, sino que la Iglesia tendría que ser, y el cristianismo tendría que ser la religión que fomentara la laicidad. Porque a fin de cuentas Jesús fue un laico, un laico que entró en conflicto con el poder.

F. S. Cuando se habla de cómo los países europeos han logrado escapar, en la medida que han logrado escapar, que tampoco es del todo cierto, de la tentación teocrática que vemos en países musulmanes, que ésos sí que no han logrado separar las instituciones civiles de las religiones, ahí está la aportación del cristianismo: gracias a él se sentaron las bases; incluso cuando la Iglesia constituyó un poder terrenal, lo hizo separado de otro poder que era el civil, mientras que eso no ocurrió en países musulmanes, y eso lo lamentamos ahora todos.
P. ¿Cómo ven el estado de las relaciones entre ciencia y religión?

F. S. No hay contradicción más que si la religión pretende dar lecciones científicas. Hombre, para cualquier ser racional, la idea de que los acontecimientos naturales tienen una explicación sobrenatural es incomprensible; se pretende explicar una cosa que no entendemos con algo que entenderíamos mucho menos todavía. Einstein decía: "Yo sólo creo en el Dios de Spinoza". Quería decir que si hay un Dios es lo que llamamos el conjunto de las causas naturales. Pero ése no es el Dios de las religiones, de la salvación. Pero creo que en Europa no hay mucho enfrentamiento normalmente entre religión y ciencia, eso queda un poco para Estados Unidos.

J. M. C. El problema entre ciencia y religión se ha introducido falsamente desde el momento en que la religión ha querido meterse donde no tenía que meterse. Por otra parte, la moral de la religión se ve muchas veces amenazada por los avances científicos. En el XIX el papa Gregorio XVI prohibió las vacunas, por aquello de una ley natural: hay una ley natural y según ese principio yo me debería de quitar las gafas y tirarlas porque esto contradice la ley natural, porque lo natural es que yo tenga la vista cansada.

F. S. Y el islamismo prohibió la imprenta. En buena medida el retraso en la aparición del pensamiento crítico en el mundo musulmán se debe a que hasta muy avanzado el XVIII no autorizó la impresión de ningún libro. He tratado de proponer en mi libro que, lejos de ser la religión la que funda la ética, más bien parece que son las éticas las que justifican las religiones. Si hoy elegimos entre una religión y otra, y nos parece que la Madre Teresa de Calcuta es preferible a Osama Bin Laden, es por razones éticas.

J. M. C. Hablando de religión y violencia, hay una violencia que a mí me parece de lo más peligroso, la violencia del silencio. El silencio es de los factores más terribles que ha habido en el siglo XX. Si quienes debieron hablar hubieran dicho lo que sabían por ejemplo de los campos de concentración nazi, o en España de las atrocidades cometidas no sólo en la guerra, sino en años inmediatamente posteriores. ..

F. S. Y en el País Vasco, también se ha guardado silencio por parte de la Iglesia.

J. M. C. Sería muy importante una campaña para que la gente que, sabiendo lo que pasa, se lo calla, comprendiese que comete violencia.
Inquisiciones acorraladas

FERNANDO SAVATER. El inquisidor no tolera la disidencia porque no puede vivir con la duda de los que no creen como él. Una persona que vive verdaderamente su fe no tendrá inconveniente en vivir con personas que no creen.

JOSÉ MARÍA CASTILLO. Lo inquisitorial, lo fundamentalista. Anthony Giddens define el fundamentalismo como "tradición acorralada". Por eso en Estados Unidos o en países de tradición religiosa como Italia o España los movimientos fundamentalistas proliferan, y con agresividad.

F. S. En cuanto al terrorismo musulmán, su principal objetivo no es la guerra al infiel, sino mantener la intimidación sobre los musulmanes. En esos países están quienes más objeciones harían contra el fundamentalismo si pudieran. Los que más padecen ese fanatismo no somos nosotros, sino quienes viven allí.

J. M. C. Y no olvidemos nunca que el poder religioso tiene una particularidad que no tiene otro, y es que toca en una intimidad de la persona donde nadie más puede tocar.

F. S. La Inquisición inventa algo: antes se agarraba a alguien, se le quemaba, pero nadie pretendía entrar en él. Eso empieza con la Inquisición y luego vienen todos los gulags.

J. M. C. Y hay otras violencias íntimas, que rompen, como la violencia que se puede ejercer por ejemplo en un confesionario.

F. S. Lo importante es crear instituciones que fomenten el derecho a las creencias personales y a la exteriorizació n pública, siempre a título privado, de las creencias. Hay que crear una enseñanza laica, que prive a los fanatismos de sustancia, y unas instituciones que digan que la religión es un derecho de cada cual, pero no un deber de nadie, y sobre todo no de la sociedad. Uno no puede curar a todas las almas y a todos los fanáticos, pero sí crear situaciones que bloqueen la posibilidad del fanatismo.


Fuente: Suplemento Babelia de El País del día 02/06/07

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sábado, agosto 18, 2007

Regalos

"Conocí entonces lo que ellos consideran un regalo. Según mis compañeros de la tribu, un regalo sólo es un regalo cuando le das a una persona lo que ella desea, y deja de serlo cuando das lo que tú deseas que tenga.

Un regalo no obliga a nada. Se da sin condiciones. Las personas que lo reciben tienen derecho a hacer con él lo que quieran: usarlo, destruirlo, regalarlo, lo que sea. Es suyo, sin condiciones, y el que lo da no espera nada a cambio. Si no se corresponde con estos criterios, no es un regalo y debería clasificarse de alguna otra manera.

Tuve que admitir que los regalos del gobierno, y desgraciadamente la mayoría de las cosas que en mi sociedad se considerarían regalos, se verían de un modo diferente en la tribu.

Pero también recordaba a algunas personas de mi país que hacían regalos constantemente y ni siquiera eran conscientes de ello. Son personas que te ofrecen palabras de aliento, que comparten sus anécdotas contigo, que ofrecen a los demás un hombro en el que apoyarse o que, simplemente, son amigos que no te fallan jamás.

La sabiduría de mis compañeros de viaje era una fuente constante de asombro para mi. De ser ellos los dirigentes del mundo, qué diferentes serian nuestras relaciones.. ."

(M. Morgan, 'Las voces del desierto')

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El piano

Cuando la ciudad de Tarija estaba habitada por catorce mil novecientos cincuenta mandados y cincuenta mandones, la única mandona que no tenía piano era doña Beatriz Arce de Baldiviezo.


Un tío preocupado le envió, desde París, un Steinway de gran cola, para que ella recuperara su color y su respiración y se dejara de vivir roja de envidia y ahogada en suspiros.

Metido en un inmenso cajón, el piano viajó en barco, en tren, y después en hombros. Fue cargado a pulso, Bolivia adentro: cuarenta peones se abrieron paso a través de las serranías, inventando puentes, escaleras y caminos, con aquella mole encima. Cinco meses llevó el atroz subibaja por barrancos y quebradas, hasta que por fin el regalo llegó, sin un rasguño, a la casa de doña Beatriz.

No era un piano cualquiera. Aquel Steinway, bautizado por las manos de Franz Liszt, lucía los premios que le habían otorgado varios reinos de Europa.

Pasaron los años y las gentes. Con el tiempo, Tarija creció y cambió.

Y un día, doña María Nidi Baldiviezo, que había recibido el piano en herencia, salió del consultorio médico con diagnóstico de cáncer.

De la fortuna familiar ya sólo quedaban el piano y la nostalgia, y doña María puso el piano en venta, para pagarse el viaje y el tratamiento en Houston.

Recibió la primera oferta desde Japón. Ella se negó. La segunda propuesta vino desde los Estados Unidos, y ella no la aceptó. El tercer comprador llamó desde Alemania, y ella no hizo caso. Y lo mismo ocurrió con los interesados que acudieron desde Buenos Aires, La Paz y Santa Cruz. La vendedora decía no a los precios bajos y a los precios altos y a los del medio también.

Desde su lecho de enferma, doña María reunió a los musiqueros, los teatreros, los imagineros y demás eros de Tarija, y les propuso:

–Denme lo que tengan, y se quedan con el Steinway. Doña María murió sin viaje y sin tratamiento.

El piano no quería irse de Tarija. Allí había encontrado querencia, y allí continúa prestando sus invalorables servicios en las veladas culturales, en las efemérides patrias y en todos los actos cívicos de la localidad.


"Bocas del Tiempo"

Eduardo Galeano

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La noche de los feos

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con, una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca, bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión, la reservo para mi rostro, y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculo mayor, poco menos que coordinado; algo qué se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

« ¿Qué está pensando?», pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

«Un lugar común», dijo. «Tal para cual. »

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

«Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?»

«Sí», dijo, todavía mirándome.

«Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.»

«Sí.»

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

«Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo.»

«¿Algo como qué?»

«Como , querernos, caramba. O simplemente congeniar.

Llámele como quiera, pero hay una posibilidad. »

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas. «Prométame no tomarme por un chiflado.» «Prometo.

«La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?»

«No.»

«¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía? »

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

«Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca.»

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

«Vamos», dijo.

2

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba, de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad, mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.



"El Cesped y Otros Relatos"

Mario Benedetti

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