martes, agosto 28, 2007

Un cuentito y a la cama: Gobernantes y Gobernados

Por las noches el Gran Tamerlán se disfrazaba de mercader y recorría los barrios bajos de la ciudad para oír la voz del pueblo. Él mismo les tiraba de la lengua.


–¿Y el Gran Tamerlán? –preguntaba–. ¿Qué opináis del Gran Tamerlán?


Invariablemente se levantaba a su alrededor un coro de maldiciones y de rabiosas quejas. El mercader sentía que la cólera del pueblo se le contagiaba. Arrebatado por la indignación, añadía sus propios denuestos, revelaba un odio feroz contra el gobierno.


A la mañana siguiente, en su palacio, el Gran Tamerlán se enfurecía. ¿Sabe toda esa chusma –pensaba– qué es manejar las riendas de un imperio? ¿Creen esos granujas que no tengo otra cosa que hacer sino ocuparme de sus minúsculos intereses, de sus chismes de comadres? Y se dedicaba a los intrincados problemas oficiales.


Pero a la noche siguiente el mercader volvía a oír las pequeñas historias de atropellos, arbitrariedades, abusos de la soldadesca, prevaricatos de los funcionarios, deshonestidades de los cobradores de impuestos, y de nuevo hacía causa común con el pueblo.


Al cabo de un tiempo el mercader organizó una conspiración contra el Gran Tamerlán. Su astucia, su valor, su conocimiento del arte de la guerra lo convirtieron en el jefe de la conjura y en el líder del pueblo. Pero el Gran Tamerlán le desbarataba, desde su palacio, todos los planes revolucionarios, a menudo a duras penas y con gran sacrificio de soldados.


Este duelo se prolongó durante varios años. Hasta que el pueblo, harto de fracasos, sospechó que el mercader en realidad era un agente provocador a sueldo del Gran Taberlán y lo mató en una oscura taberna, a la misma hora en que los dignatarios de la corte, sospechando que el Gran Tamerlán ya no tenía agallas para vencer a sus enemigos, lo asesinaban en su vasto lecho.


"Falsificaciones"

Marco Denevi

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