sábado, agosto 18, 2007

El piano

Cuando la ciudad de Tarija estaba habitada por catorce mil novecientos cincuenta mandados y cincuenta mandones, la única mandona que no tenía piano era doña Beatriz Arce de Baldiviezo.


Un tío preocupado le envió, desde París, un Steinway de gran cola, para que ella recuperara su color y su respiración y se dejara de vivir roja de envidia y ahogada en suspiros.

Metido en un inmenso cajón, el piano viajó en barco, en tren, y después en hombros. Fue cargado a pulso, Bolivia adentro: cuarenta peones se abrieron paso a través de las serranías, inventando puentes, escaleras y caminos, con aquella mole encima. Cinco meses llevó el atroz subibaja por barrancos y quebradas, hasta que por fin el regalo llegó, sin un rasguño, a la casa de doña Beatriz.

No era un piano cualquiera. Aquel Steinway, bautizado por las manos de Franz Liszt, lucía los premios que le habían otorgado varios reinos de Europa.

Pasaron los años y las gentes. Con el tiempo, Tarija creció y cambió.

Y un día, doña María Nidi Baldiviezo, que había recibido el piano en herencia, salió del consultorio médico con diagnóstico de cáncer.

De la fortuna familiar ya sólo quedaban el piano y la nostalgia, y doña María puso el piano en venta, para pagarse el viaje y el tratamiento en Houston.

Recibió la primera oferta desde Japón. Ella se negó. La segunda propuesta vino desde los Estados Unidos, y ella no la aceptó. El tercer comprador llamó desde Alemania, y ella no hizo caso. Y lo mismo ocurrió con los interesados que acudieron desde Buenos Aires, La Paz y Santa Cruz. La vendedora decía no a los precios bajos y a los precios altos y a los del medio también.

Desde su lecho de enferma, doña María reunió a los musiqueros, los teatreros, los imagineros y demás eros de Tarija, y les propuso:

–Denme lo que tengan, y se quedan con el Steinway. Doña María murió sin viaje y sin tratamiento.

El piano no quería irse de Tarija. Allí había encontrado querencia, y allí continúa prestando sus invalorables servicios en las veladas culturales, en las efemérides patrias y en todos los actos cívicos de la localidad.


"Bocas del Tiempo"

Eduardo Galeano

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