jueves, noviembre 06, 2008

Cuando quiero algo me lo pido a mi misma


La Abuela Margarita, curandera y guardiana de la tradición maya, se crió con su bisabuela, que era curandera y milagrera. Practica y conoce los cí­rculos de danza del sol, de la tierra, de la luna, y la búsqueda de visión. Pertenece al consejo de ancianos indí­genas y se dedica a sembrar salud y conocimiento a cambio de la alegrí­a que le produce hacerlo, porque para sustentarse sigue cultivando la tierra. Cuando viaja en avión y las azafatas le dan un nuevo vaso de plástico, ella se aferra al primero: "No joven, que esto va a parar a la Madre Tierra". Rezuma sabidurí­a y poder, es algo que se percibe con nitidez. Sus rituales, como gritarle a la tierra el nombre del recién nacido para que reconozca y proteja su fruto, son explosiones de energí­a que hace bien al que lo presencia; y cuando te mira a los ojos y te dice que somos sagrados, algo profundo se agita.

Ella nos dice: "Tengo 71 años. Nací­ en el campo, en el estado de Jalisco (México), y vivo en la montaña. Soy viuda, tengo dos hijas y dos nietos de mis hijas, pero tengo miles con los que he podido aprender el amor sin apego. Nuestro origen es la Madre Tierra y el Padre Sol. He venido a la Fira de la Terra para recordarles lo que hay dentro de cada uno."

- ¿Dónde vamos tras esta vida?
- ¡Uy hija mí­a, al disfrute! La muerte no existe. Las muerte simplemente es dejar el cuerpo físico, si quieres.

- ¿Cómo que si quieres?
-Te lo puedes llevar. Mi bisabuela era chichimeca, me crió con ella hasta los 14 años, era una mujer prodigiosa, una curandera, mágica, milagrosa. Aprendí­ mucho de ella.

-Ya se la ve a usted sabia, abuela.
-El poder del cosmos, de la tierra y del gran espíritu está ahí­ para todos, basta tomarlo. Los curanderos valoramos y queremos mucho los cuatro elementos (fuego, agua, aire y tierra), los llamamos abuelos. La cuestión es que estaba una vez en España cuidando de un fuego, y nos pusimos a charlar.

- ¿Con quién?
-Con el fuego. "Yo estoy en ti", me dijo. "Ya lo sé", respondí­. "Cuando decidas morir retornarás al espí­ritu, ¿por qué no te llevas el cuerpo?", dijo. "¿Cómo lo hago?", preguntó.

-Interesante conversación.
-"Todo tu cuerpo está lleno de fuego y también de espí­ritu -me dijo-, ocupamos el cien por cien dentro de ti. El aire son tus maneras de pensar y ascienden si eres ligero. De agua tenemos más del 80%, que son los sentimientos y se evaporan. Y tierra somos menos del 20%, ¿qué te cuesta cargar con eso?".

- ¿Y para qué quieres el cuerpo?

-Pues para disfrutar, porque mantienes los cinco sentidos y ya no sufres apegos. Ahora mismo están aquí­ con nosotras los espí­ritus de mi marido y de mi hija.

-Hola.
-El muertito más reciente de mi familia es mi suegro, que se fue con más de 90 años. Tres meses antes de morir decidió el dí­a. "Si se me olvida -nos dijo-, me lo recuerdan". Llegó el día y se lo recordamos. Se bañó, se puso ropa nueva y nos dijo: "Ahora me voy a descansar". Se tumbó en la cama y murió. Eso mismo le puedo contar de mi bisabuela, de mis padres, de mis tíos.

-Y usted, abuela, ¿cómo quiere morir?
-Como mi maestro Martí­nez Paredes, un maya poderoso. Se fue a la montaña: "Al anochecer vengan a por mi cuerpo". Se le oyó cantar todo el dí­a y cuando fueron a buscarle, la tierra estaba llena de pisaditas. Así­ quiero yo morirme, danzando y cantando. ¿Sabe lo que hizo mi papá?

- ¿Qué hizo?
- Una semana antes de morir se fue a recoger sus pasos. Recorrió los lugares que amaba y a la gente que amaba y se dio el lujo de despedirse. La muerte no es muerte, es el miedo que tenemos al cambio. Mi hija me está diciendo: "Habla de mí­", así­ que le voy a hablar de ella.

- Su hija, ¿también decidió morir?
- Sí­. Hay mucha juventud que no puede realizarse, y nadie quiere vivir sin sentido.

- ¿Qué merece la pena?
-Cuando miras a los ojos y dejas entrar al otro en ti y tú entras en el otro y te haces uno. Esa relación de amor es para siempre, ahí­ no hay hastío. Debemos entender que somos seres sagrados, que la Tierra es nuestra Madre y el Sol nuestro Padre. Hasta hace bien poquito los huicholes no aceptaban escrituras de propiedad de la tierra. "¿Cómo voy a ser propietario de la Madre Tierra?", decían.

- Aquí la tierra se explota, no se venera.
- ¡La felicidad es tan sencilla!, consiste en respetar lo que somos, y somos tierra, cosmos y gran espí­ritu. Y cuando hablamos de la madre tierra, también hablamos de la mujer que debe ocupar su lugar de educadora.

- ¿Cual es la misión de la mujer?
-Enseñar al hombre a amar. Cuando aprendan, tendrán otra manera de comportarse con la mujer y con la madre tierra. Debemos ver nuestro cuerpo como sagrado y saber que el sexo es un acto sagrado, esa es la manera de que sea dulce y nos llene de sentido. La vida llega a través de ese acto de amor. Si banalizas eso, ¿qué te queda? Devolverle el poder sagrado a la sexualidad cambia nuestra actitud ante la vida. Cuando la mente se une al corazón todo es posible. Yo quiero decirle algo a todo el mundo..

- ¿...?
- Que pueden usar el poder del Gran Espí­ritu en el momento que quieran. Cuando entiendes quién eres, tus pensamientos se hacen realidad. Yo, cuando necesito algo, me lo pido a mí­ misma. Y funciona.

-Hay muchos creyentes que ruegan a Dios, y Dios no les concede.
-Porque una cosa es ser limosnero y otra, ordenarte a ti mismo, saber qué es lo que necesitas. Muchos creyentes se han vuelto dependientes, y el espí­ritu es totalmente libre; eso hay que asumirlo. Nos han enseñado a adorar imágenes en lugar de adorarnos a nosotros mismos y entre nosotros.

-Mientras no te empaches de ti mismo.
-Debemos sutilizar nuestra sombra, ser más ligeros, afinar las capacidades, entender. Entonces es fácil curar, tener telepatí­a y comunicarse con los otros, las plantas, los animales. Si decides vivir todas tus capacidades para hacer el bien, la vida es deleite.

- ¿Desde cuándo lo sabe?
-Momentos antes de morir mi hija me dijo: "Mamá, carga tu sagrada pipa, tienes que compartir tu sabiduría y vas a viajar mucho. No temas, yo te acompañaré". Yo vi con mucho asombro como ella se incorporaba al cosmos. Experimenté que la muerte no existe. El horizonte se amplía y las percepciones perdieron los límites, por eso ahora puedo verla y escucharla, ¿lo cree posible?

-Sí.
-Mis antepasados nos dejaron a los abuelos la custodia del conocimiento: "Llegará el dí­a en que se volverá a compartir en círculos abiertos". Creo que ese tiempo ha llegado.

Ima Sanchez.
Publicado en "La Contra",
diario La Vanguardia (21 sep 07 )

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