martes, abril 08, 2008

Las relaciones como espejos

Para poder experimentar más plenamente nuestras relaciones, necesitamos verlas como herramientas de transformación personal.

Nuestras relaciones pueden ser poderosos espejos, que nos relevan hacia dónde necesitamos ir con nuestro proceso interno de crecimiento. Cuando descubramos esto, podremos ver aspectos de nosotros mismos que de otra forma tendrí¬amos dificultad en aprender.

Todas y cada una de las relaciones en nuestra vida -con nuestros amigos, colegas, vecinos, hijos y otros familiares, así¬ como con nuestra pareja- pueden ser un reflejo de nuestro interior. Incluso un encuentro con un extraño puede ser una importante experiencia de aprendizaje. Cuando aprendemos a utilizar estos reflejos, nuestras relaciones se convierten en uno de los principales medios para incrementar nuestra conciencia y crecer interiormente.

La principal relación que sostenemos es con n
osotros mismos. Cada uno de nosotros está involucrado en desarrollar todos los aspectos de su persona y relacionarlos unos con otros para volverse un Ser completo. Nuestras relaciones con otras personas continuamente reflejan dónde nos encontramos en ese proceso. Esto explicarí¬a -en gran parte- por qué hay quienes buscan durante gran parte de su vida el “compañero ideal”, pero nunca lo encuentran. Entran y salen de relaciones amorosas continuamente. Esto muy probablemente refleje su propia ambivalencia interna acerca de comprometerse con otra persona.

Es muy difícil mirar dentro nuestro y detectar qué sucede, particularmente ver aquello de lo que no somos conscientes. Por eso es importante m
irar nuestras relaciones como espejos de nuestros procesos internos. Utilizadas de esta forma, las relaciones se convierten en una de las principales fuentes de sanación, aprendizaje y cambio en nuestras vidas.

Para entender cómo funciona esto, necesitamos recordar que cada uno de nosotros, a través de nuestra conciencia individual, crea y da forma a la realidad externa. Esto es así¬ en nuestras relaciones como en cualquier otro aspecto de nuestra vida.

Atraemos y somos atraí¬dos hacia personas que reflejan algún aspecto de nuestro interior. Generalmente, encontramos más fácil llevarnos bien con personas que reflejan aspectos de nosotros con los que nos sentimos cómodos y aceptamos. Si somos personas físicamente activas que amamos los deportes, nos sentiremos cómod
os con alguien similarmente atlético. Por otro lado, quizás disfrutemos una amistad con alguien más intelectual porque nos ejercita la mente y nos estimula de otras formas. Nuestro amigo refleja nuestro lado intelectual y nosotros reflejamos su lado físico. Ambos nos sentimos cómodos con los reflejos que recibimos, por lo que llevamos una relación armoniosa.

Las personas que nos hacen sentir incómodos, que nos alteran, con quienes tenemos una relación conflictiva, reflejan aspectos nuestros que recha
zamos, el “lado oscuro” de nuestra personalidad. Si somos personas amables y prudentes, que nos gusta hablar suavemente, quizás nos irrite alguien que habla fuerte y parece presionar a los demás. Si somos directos y extrovertidos, quizás nos incomoden los tímidos. En ambos casos, estamos reflejando las energías reprimidas de cada uno. La persona tí¬mida está siendo colocada ante su lado asertivo, y a la persona agresiva se le está mostrando su “yo” reflexivo no desarrollado.

A menudo nos sentimos atraí¬dos hacia personas que han desarrollado cualidades opuestas a aquellas con las que nos identificamos. En
estas relaciones, buscamos inconscientemente completarnos, y nos dirigimos hacia quienes expresan energí¬as que tenemos enterradas o reprimidas en nuestra personalidad. En cierto nivel, reconocemos que estas personas pueden ayudarnos a equilibrarnos, o completarnos.

Los individuos que expresan aspectos opuestos a los nuestros, pueden ser poderosos maestros si les permitimos. Pero primero debemos reconocer que ellos expresan lo que necesitamos desarrollar en nosotros. Al comienzo de una relación, a menudo sentimos que el otro nos aporta exactamente lo que necesitamos. De hecho, su diferencia es lo que nos atrae. Sin embargo, si no reconocemos que esa persona nos ofrece un reflejo de lo que necesitamos desarrollar en nosotros, las diferencias pueden convertirse en motivo de conflicto. Después de un tiempo, podemos llegar a resentirlas e intentar cambiar a la persona
para que se parezca más a nosotros.

Desde luego, es importante en cualquier relación aprender formas constructivas de comunicar honestamente nuestras necesidades, preferencias, lo que nos gusta y lo que no. Sin embargo, además de dejar saber a la otra persona cómo nos sentimos y cómo quisiéramos que sea la relación, debemos recordarnos que incorporamos esa persona a nuestra vida para que nos enseñe y nos inspire a desarrollar nuevos aspectos. Nuestro desafío es permanecer abiertos a descubrir áreas de nosotros que los demás reflejan, y aprender a integrar esas dimensiones en nuestra vida.



No hay comentarios.: